lunes, 31 de octubre de 2011

El Desfase Mortal

Es un día como otro cualquiera: madrugón, atasco, café de máquina y treinta correos sin leer en la bandeja de entrada. Todo parece funcionar bien, o al menos nada parece estar averiado. ¡Bien! por primera vez en lo que va de semana, tendrás tiempo de hacer pruebas para mover la base de datos al nuevo filer, que tiene discos más rápidos y fiables.
Lo piensas detenidamente, y hasta garabateas un pequeño esquema en el reverso de un folio: pones la base de datos en modo backup, haces un snapshot, devuelves la base de datos al estado normal, y lanzas la copia del original a los nuevos discos para controlar cuánto tardará y poder pedir una ventana de tiempo ajustada a la Dirección Técnica. Para mayor seguridad, contrastas el procedimiento con tu compañero, quien coincide contigo: todo perfecto; nada - insisto: NADA - puede fallar.
Escribes una ristra de comandos sin despeinarte, rematas con un par de toques al intro y mientras observas cómo se lanza la copia, sonríes y te levantas para visitar fugazmente el excusado.
Pudo ser por un compuesto de azufre liberado en el angosto aseo por algún desaprensivo, o quizá por un efecto secundario del café de la mañana, pero cuando vuelves a tu puesto, aunque no lo sabes, te acompaña el temible desfase mortal
El desfase mortal se produce cuando un informático, o en su defecto cualquier ser humano que trabaje frente a un ordenador, pulsa el teclado o el ratón antes de que su cerebro le dé la orden de hacerlo. Es indetectable, hasta que se produce la catástrofe. Ajeno al peligro, reclinado en tu silla con cara de satisfacción, observas que el proceso de copia ha tardado diez minutos. Ya puedes enviar el correo a la Dirección proponiendo hacer los trabajos definitivos el próximo jueves entre las 19:00 y las 20:00. ¡Ah! y no te olvides de borrar esa fugaz copia de la base de datos, que ya no tiene sentido mantener.
El comando es claro, conciso y concreto, como un buen artículo de periódico: "rm -rf ./", tecleas con agilidad para luego pulsar intro una vez más. El telegrama enviado por tu cerebro llega un milisegundo después:
- ¡Ojo! No le des al intro que esa que quieres borrar es la base de datos en producción, no la copia - dice el mensaje neuronal.
Pero ya es tarde. El desfase mortal se ha cobrado una nueva víctima.
Notas como la sangre se agolpa en tu cabeza mientras un zumbido ensordecedor te aleja de la realidad con un ligero mareo.
- No, no puede ser - piensas para tus adentros -, seguro que no era la de producción...
Pero sí lo era. Miras a tu alrededor conmocionado, y tu cara enrojecida y desencajada te delata; tu compañero te pregunta temeroso:
- ¿Qué has hecho tío? - aunque ya conoce la respuesta. Mientras el teléfono suena sin parar, os apañáis para restaurar la copia de prueba. En menos de cinco minutos, todo vuelve a la normalidad. Por esta vez has tenido suerte, sólo te ha costado un par de años de vida y una fuerte diarrea, pero aún conservas tu empleo.
La vida te ha dado una segunda oportunidad, pero recuerda: sólo hay dos tipos de informáticos, los que han sufrido el desfase mortal, y los que van a sufrirlo en breve.


miércoles, 26 de octubre de 2011

¿Quién tiene la culpa?

Es sábado por la noche, y hay invitados en casa. A nadie se le ocurre asaltar al dentista del grupo de amigos, en el breve espacio de tiempo que transcurre entre los postres y el café, y pedirle que le haga una limpieza de boca. ¿Se imagina?
- Oye Julián, amigo, haz el favor de hacerme una limpieza de boca y de paso me revisas el empaste del premolar, que me molesta un poco...
En cambio, el pobre César se arrepiente de haber asistido a la velada; porque César es ingeniero informático y por alguna razón desconocida, el trabajo de un informático es gratuito e inmediato. Además, un ingeniero informático puede limpiar de virus un ordenador, instalar todo tipo de software - por supuesto, sin licenciar - configurar la cuenta hotmail en un smartphone de cualquier modelo, sintonizar el TDT de Carrefour, y si es necesario arreglar el temporizador de un horno.
Imagino que hace 5.000 años en Egipto, un amigo caradura de Hessie-Ra, quien fuera - parece ser - el primer dentista de la historia, le preguntó mientras cenaban opíparamente a orillas del Nilo:
- Hessie anda, mírame esta muela que me duele un montón...
Y Hessie-Ra le debió responder muy serio, sin soltar su copa de vino:
- Te pasas por la consulta mañana chavalote, que ahora estoy cenando.
Pero algo falló en el mundo de la informática. Casi seguro que el día que John Presper Ecket y John William Mauchly encendieron el ENIAC en la Universidad de Pennsylvania, se acercó un colega aprovechado y les dijo:
- ¡Anda! ¡Qué buena pinta! ¿Por qué no me miráis la máquina de escribir de mi despacho, que no me escribe bien la "J"?...
Y los muy tontorrones, fueron y le arreglaron la "J", y así empezó a torcerse todo desde el principio.
De todos modos, la culpa la tiene el gremio entero, que sesenta y pico años más tarde, no hemos sido capaces de quitarnos el cartel de Mi tiempo no vale nada, haz uso de él a placer.
También es cierto que hay algunos individuos que es mejor que dediquen el tiempo a formatear el PC del vecino o arreglar el temporizador del dichoso horno, antes que quedarse solitos en casa.
Me viene a la mente el caso de Jonás, aquel compañero de universidad que dedicaba, infaliblemente, los viernes noche a ver la película porno del plus - codificada, claro está -, mientras escuchaba de fondo el sonido de un juego de Spectrum en cinta en su radiocasete de doble pletina.
Aunque bien pensado, seguro que de conocer la afición de Jonás, la gente se lo pensaría dos veces antes de dejarle poner las manos encima del flamante teclado inalámbrico de su nuevo ordenador...

lunes, 17 de octubre de 2011

Me ha pillado el toro

Me ha pillado el toro. Me di cuenta el otro día, cuando un viejo amigo, fontanero de profesión, me pidió que le recomendase alguna agencia con experiencia en SEO, para mejorar el posicionamiento de su web personal.
- ¡Coño Esteban! - pensé para mis adentros -, tú ni siquiera tienes web personal.
Y es que efectivamente, en muy poco tiempo las cosas han cambiado muy deprisa. De pronto imagino cómo se sentiría mi señora madre oyéndome hablar, no hace muchos años, de los chats, los emails y demás artefactos tecnológicos.
Lo más triste es que un servidor debiera estar metido en materia dada mi profesión - en la que prefiero no abundar en detalles, pero que gira en torno a las nuevas tecnologías -, pero resulta que no tengo perfil en Facebook ni en Tuenti, no tengo ficheros subidos a La Famosa Nube, y como mucho me limito a colgar alguna que otra foto a Flickr.
Me di cuenta de que era hora de dar un golpe en la mesa. No, no voy a crear un perfil en Facebook porque creo que es un poco rollo, pero sí que voy a tener mi página personal, esta misma que ahora lees, donde incluiré reflexiones y experiencias de mi día a día. Bueno, quizá no sea un golpe en la mesa, dejémoslo en golpecito...