Lo piensas detenidamente, y hasta garabateas un pequeño esquema en el reverso de un folio: pones la base de datos en modo backup, haces un snapshot, devuelves la base de datos al estado normal, y lanzas la copia del original a los nuevos discos para controlar cuánto tardará y poder pedir una ventana de tiempo ajustada a la Dirección Técnica. Para mayor seguridad, contrastas el procedimiento con tu compañero, quien coincide contigo: todo perfecto; nada - insisto: NADA - puede fallar.
Escribes una ristra de comandos sin despeinarte, rematas con un par de toques al intro y mientras observas cómo se lanza la copia, sonríes y te levantas para visitar fugazmente el excusado.
Pudo ser por un compuesto de azufre liberado en el angosto aseo por algún desaprensivo, o quizá por un efecto secundario del café de la mañana, pero cuando vuelves a tu puesto, aunque no lo sabes, te acompaña el temible desfase mortal.
El desfase mortal se produce cuando un informático, o en su defecto cualquier ser humano que trabaje frente a un ordenador, pulsa el teclado o el ratón antes de que su cerebro le dé la orden de hacerlo. Es indetectable, hasta que se produce la catástrofe. Ajeno al peligro, reclinado en tu silla con cara de satisfacción, observas que el proceso de copia ha tardado diez minutos. Ya puedes enviar el correo a la Dirección proponiendo hacer los trabajos definitivos el próximo jueves entre las 19:00 y las 20:00. ¡Ah! y no te olvides de borrar esa fugaz copia de la base de datos, que ya no tiene sentido mantener.
El comando es claro, conciso y concreto, como un buen artículo de periódico: "rm -rf ./", tecleas con agilidad para luego pulsar intro una vez más. El telegrama enviado por tu cerebro llega un milisegundo después:
- ¡Ojo! No le des al intro que esa que quieres borrar es la base de datos en producción, no la copia - dice el mensaje neuronal.
Pero ya es tarde. El desfase mortal se ha cobrado una nueva víctima.
Notas como la sangre se agolpa en tu cabeza mientras un zumbido ensordecedor te aleja de la realidad con un ligero mareo.
- No, no puede ser - piensas para tus adentros -, seguro que no era la de producción...
Pero sí lo era. Miras a tu alrededor conmocionado, y tu cara enrojecida y desencajada te delata; tu compañero te pregunta temeroso:
- ¿Qué has hecho tío? - aunque ya conoce la respuesta. Mientras el teléfono suena sin parar, os apañáis para restaurar la copia de prueba. En menos de cinco minutos, todo vuelve a la normalidad. Por esta vez has tenido suerte, sólo te ha costado un par de años de vida y una fuerte diarrea, pero aún conservas tu empleo.
La vida te ha dado una segunda oportunidad, pero recuerda: sólo hay dos tipos de informáticos, los que han sufrido el desfase mortal, y los que van a sufrirlo en breve.