martes, 29 de noviembre de 2011

Doce monos encerrados en una jaula

Por primera vez en lo que va de blog, no voy a escribir sobre algo que considero cómico. Allá voy.
Quien más o quien menos ha oído hablar del famoso experimento de "aprendizaje social", protagonizado por una docena de monos, un jugoso manojo de plátanos y un chorro de agua fría.
Para aquellos que no estén al tanto, lo resumiremos brevemente: los científicos encierran a una cuadrilla de monos en una jaula; del techo cuelgan unos ricos plátanos de Canarias. Cuando el primero de los monos se acerca para coger uno de los plátanos, un chorro de agua fría los empapa a todos. Llegados a este punto, uno piensa "joder, vaya mala idea la de los científicos", pero todavía no hemos llegado a lo peor... Cuando otro desdichado mono intenta hacerse con los plátanos, un nuevo chorro de agua helada deja calado a todo bicho viviente. El caso es que cuando el tercer mono intenta echar el guante a la fruta, sus compañeros de jaula le pegan un palizón del quince, porque claro, a nadie le gusta que le den un manguerazo sin ton ni son. Entonces, los científicos sacan a uno de los monos, y meten un mono nuevo que al ver los plátanos, va muy contento a por ellos, llevándose una paliza de sus nuevos compañeros. Se siguen sacando monos de la jaula, que son reemplazados por monos nuevos, que se llevan una somanta de palos al ir a por la fruta. Al final, en la jaula no queda ninguno de los primeros monos que se llevaron el chorro de agua fría. Los pobres monos, ya no van a por los plátanos, pero no saben por qué.
Lo que no sabe la gente, es que la mente calenturienta que parió la idea de los monos y el manguerazo, quiso darle una nueva vuelta de tuerca, y organizó un experimento mucho más terrorífico, que no ha salido a la luz por su extrema crueldad, y porque se llevó a cabo con seres humanos, pero que ahora procedo a hacer público.
El brutal experimento consistió en coger un grupo de consultores, que fueron encerrados en un edificio de oficinas. Se les obligó a llevar un ridículo trapo atado al cuello. Cuando uno de los sujetos se intentaba deshacer del trapo, todos recibían un correo amenazante por parte de la Dirección. En poco tiempo, si un consultor se intentaba quitar el trapo, sus propios compañeros lo impedían enérgicamente.
Luego, despedían a un consultor e incorporaban a otro que cobraba menos. Al llegar a la oficina le ponían el trapo, y si se lo intentaba quitar sus nuevos compañeros lo impedían, igual que hicieran los monos para evitar el manguerazo. Así, los malévolos científicos fueron quitando a todos los consultores originales, y pudieron comprobar que aunque nunca habían recibido un correo amenazante de la Dirección, todos seguían con el ridículo trapo atado al cuello.
Los científicos quisieron ir más allá, e intentaron averiguar durante cuánto tiempo se podría perpetuar este "aprendizaje social".
Ellos todavía siguen con el cronómetro en marcha, y nosotros seguimos llevando corbata.


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Hijo, no me funciona internet

Comentaba recientemente que una de las peores frases a las que un informático se enfrentará a lo largo de su carrera es el famoso y temible ¡hola! ¿tienes un momentito?. Detrás de esa pregunta inocente, suele haber intenciones insidiosas y crueles; de hecho, en el diccionario oficial "Gorrón - Informático, Informático - Gorrón", la expresión se traduce por: ¡Hola! Vengo a endosarte un marrón, uno de los gordos.
En todo caso, la experiencia hace que después de algunos años, se nos desarrolle un sexto sentido que permite detectar las intenciones del interlocutor casi antes de que se levante de su silla, en la otra punta de la oficina. Así, una vez identificado el peligro, se puede hacer uso de algunas de las mejores defensas de las que dispone el gremio, como el infalible y sutilmente chantajista lo siento tío, si no arreglo esto nos quedamos todos sin Internet.
Pero, ¿qué sucede cuando el enemigo está en casa? ¿qué sucede cuando el golpe viene del lugar más inesperado? Entonces es cuando te enfrentas a la peor frase, a la más letal... Todo comienza con el teléfono de casa, que suena justo cuando te dispones a cenar mientras ves Informático Busca Esposa. Descuelgas el auricular y escuchas al otro lado:
- Hijo, no me funciona Internet...
¿Pensabas que tu madre, después de la jubilación, se dedicaría a hacer punto y ver la telenovela? Te equivocabas, amigo mío... tu madre se dedica a chatear, a reenviar PPTs, y a bajarse música de los años sesenta.
- ¿Qué pasa mamá? - preguntas mientras miras con melancolía el solitario sandwich que te espera sobre la mesa.
- Pues nada, que quiero mandarle unas fotos a mis amigas y esto no funciona.
- ¿Dónde están las fotos, en un pendrive?
- No, no, no, yo no tengo de esas cosas raras. Eso lo tendrás tú, que te gastas todo el dinero en cacharritos y no ahorras nada.
- Pues entonces ¿dónde tienes las fotos, mamá? - piensas que quizá está intentando conectar directamente la cámara con el cable USB y el PC no reconoce el dispositivo, o puede que haya extraído la tarjeta de memoria...
- Me las echó tu hermana al pincho el otro día.
En el segundo diccionario más utilizado del gremio, "Progenitor - Informático, Informático - Progenitor", echar significa copiar de un medio fijo a uno extraíble, y pincho se traduce por pendrive.
- ¡Ah!, vale. Y el ordenador reconoce el pincho, ¿no?
- Yo qué sé hijo, me imagino que ya se conocerán de otras veces...
Das por perdida la cena y la anestésica programación de la TV. Además, la solución de emergencia sinoloarreglonohayinternet no surtirá efecto con tu señora madre, no sólo porque le de igual si te funciona o no Internet, sino porque te conoce mejor que nadie y sabe cuándo estás mintiendo, hasta por teléfono. Y no le gusta que mientas.
De pronto, la idea feliz acude en tu ayuda iluminando tu rostro taciturno, y propones:
- Oye, mamá, ¿y si me invitas a cenar y yo te arreglo el ordenador?
- Claro hijo, te hago un caldito y una tortillita francesa, ¿quieres? ¡Pero ven abrigado que hace mucho frío!
Miras el sandwich de jamón y tranchetes por última vez; coño, ¡cómo no vas a querer!
- ¡Ah! - suspiras en el coche de camino a casa de mamá -, si la gente de la oficina supiera al menos preparar caldo y tortilla...

martes, 15 de noviembre de 2011

Cucutipa header damaged

De todos los que estaban en aquella reunión, el único que conocía la verdad del asunto era un servidor, y por eso tenía esa cara tan rara que me sale cuando intento contener las carcajadas pensando en cosas tristes.
Fue hace muchos años, pero tengo el momento grabado a fuego en mi memoria: el director general, inclinado sobre su enorme mesa de caoba, clavaba su mirada furiosa sobre los ejecutivos que permanecían sentados y en silencio como niños pequeños que se llevan una regañina tras una travesura.
Todo había empezado unos días atrás cuando Antonio, un compañero del grupo de copias de respaldo se acercó a mi puesto y me asaltó con una de las más peligrosas frases con las que un informático se puede topar:
- Oye tío, ¿tienes un momentito? - no esperó mi respuesta y se sentó a mi lado -. Mira, te he mandado un correo -. Efectivamente, en mi bandeja de entrada aguardaba un mensaje sin leer, con un misterioso título: "Log raro".
A pesar de lo prometedor del asunto, la historia era sencilla: las copias de seguridad de los buzones de correo de los jefazos de la empresa llevaban una semana fallando, pero el log de errores estaba en inglés, y ahí precisamente radicaba el problema, porque mi compañero Antonio no entendía la lengua del ilustre Shakespeare.
Después de echar un vistazo rápido a las líneas de texto comprendí que el fallo lo estaba causando una acumulación de polvo en el cabezal de la unidad de cinta en la que se copiaban los datos.
Miré a mi compañero, y le anuncié en tono jocoso:
- Está rota la cucutipa, lo pone por ahí: cucutipa header damaged...
Llegados a este punto, el lector se preguntará qué demonios es una cucutipa... pero es que una cucutipa no es nada. Cucutipa era una palabra generada por un sistema automático que utilizábamos para crear contraseñas aleatorias. En su momento, nos hizo bastante gracia, y la adoptamos como parte de las bromas diarias que nos ayudaban a soportar nuestros tristes quehaceres. Una cucutipa era un gamusino digital y un poco freak...
El caso es que parece que Antonio no pilló el chiste, porque apuntó mi respuesta en un pequeño cuadernito, y se volvió corriendo a su sitio. Yo no sabía si se había enfadado por la broma, y la verdad es que pensé en hablar con él más adelante, pero mi mala cabeza me traicionó como tantas otras veces, y la aclaración quedó pendiente hasta que fue demasiado tarde, una semana después.
El teléfono sonó a en mi mesa a eso de las diez y media; era la secretaria del mismísimo Don Nicolás, el director general de la empresa, que esperaba que me presentase de inmediato en su despacho; la primera vez que me reclamaban desde las alturas.
¿Me iban a dar un aumento? ¿Me iban a despedir? Intentaba figurarme el motivo de la llamada de camino al despacho, y casi sin darme cuenta la secretaria de Don Nicolás, una señora seca y arrugada, me estaba empujando a los leones.
- Don Nicolás, ya está aquí el informático - anunció aquella momia andante como si hubiese llegado el repartidor de pizza, y cerró la puerta a mis espaldas.
En el despacho estaban todos los directores de área de la compañía, desde Recursos Humanos hasta TI, pasando por Marketing y Ventas. Desentonaba entre aquella recua de jerifaltes encorbatados mi compañero Antonio, el de las famosas copias de seguridad, que estaba encogido en un rincón, haciendo lo posible por pasar desapercibido.
Don Nicolás me señaló con su mano huesuda, sin darme apenas tiempo a respirar:
- ¿Es usted el que dijo lo de la cucutipa? - interrogó. ¡Puf!, la broma se me había ido de las manos. Mi vida de informático pasó por delante de mis ojos: mi primer Spectrum, el programa en BASIC que preguntaba tu nombre y te decía "hola nombre$!", los malos ratos con C y sus punteros a punteros a punteros... tragué saliva y respondí:
- Sí, fui yo Don Nicolás...
- Siéntese entonces - ordenó.
Yo me senté haciendo números sobre el finiquito que me podría corresponder, mientras la conversación seguía su cauce. Por lo que alcancé a hilar, algún fallo en el sistema de correo - otro día hablaremos de la Ley de Murphy aplicada a la Informática - había dado al traste con los buzones de media dirección, entre ellos los de Don Nicolás. Las copias de seguridad habían fallado, y la bronca que estaban llevándose el pobre Antonio y su jefe, el Director de TI, estaba siendo monumental.
Finalmente, Don Nicolás preguntó al Director de TI:
- Y bien, ¿qué medidas piensa tomar para que esta intolerable situación no se repita?
El ejecutivo se levantó despacio, miró a unos y otros, y con tono grave anunció su plan magistral:
- Esté tranquilo Don Nicolás, ya he encargado diez cajas de cucutipas de recambio.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Arreglo espontáneo

Parece que en este mundo en el que nos ha tocado vivir, sólo hay sitio para las malas noticias: la crisis que parece no tener fin, continuos desastres naturales, tensiones entre Oriente y Occidente... Pero la gente del gremio de las nuevas tecnologías, somos más afortunados que los demás, porque con mucha frecuencia - si no diariamente - tenemos la suerte de presenciar esos pequeños milagros que nos hacen pensar que hay "alguien" ahí arriba que vigila y echa un cable de cuando en cuando.
Esos mágicos momentos, también llamados "arreglos espontáneos", empiezan siempre con una llamada telefónica; tú descuelgas el teléfono, y escuchas una de las más horribles preguntas con las que te puedas encontrar:
- ¿Habéis tocado algo? - ni "hola" ni nada; derechazo al mentón.
Tú sujetas el auricular entre la barbilla y el hombro, y mientras te rascas la cabeza con cara de tonto, intentas obtener algo más de información:
- ¿"Algo"? ¿Algo de qué?
- Pues algo, no sé, es que me ha dejado de funcionar el entorno de desarrollo, y tengo una demo en media hora... - responden secamente al otro lado de la línea.
- Pues creo que no hemos tocado nada que pueda afectar a desarrollo últimamente... ¿me dices qué falla exactamente?
- Todo, falla todo... y ayer funcionaba perfectamente - sentencia el interlocutor.
- Bueno, pues déjame un momento, que miro por si acaso hay algo que se me escape - respondes algo agobiado -, te doy un toque en un minuto.
- No en un minuto no, que me bajo a desayunar. Te llamo yo cuando vuelva, pero date prisa anda, que es urgente - escuchas a modo de despedida.
Has tenido la mala suerte de destruir un entorno de desarrollo sin darte cuenta, y no tienes ni idea de qué puede estar sucediendo. Entras al servidor en cuestión, y revisas el estado del sistema operativo: la máquina no está apenas cargada, dispone de memoria en abundancia, y tiene espacio suficiente en disco. Miras el reloj con cierto agobio: ya faltan sólo veinte minutos para la famosa demo.
Temiéndote lo peor, revisas manualmente todos los ficheros de log por si hay errores en el hardware o algún reinicio inesperado. Nada. Diez minutos para la demo.
Justo cuando una gota de sudor empieza a resbalar por tu frente, el teléfono suena. Reconoces la voz del interlocutor, aunque ahora el tono es mucho más agradable.
- ¡Hola! Esto... ¿qué has hecho? Es que ya funciona todo otra vez.
- ¿Ah, sí?, pues yo estaba intentando averiguar qué podría estar pasando, pero no he visto ningún problema - respondes tú con el ceño fruncido. Entonces, es cuando Dios hace patente su intervención divina, porque siempre que se ha producido un "arreglo espontáneo", se escuchará en uno u otro instante la siguiente frase:
- Pues yo tampoco he hecho nada.
¡Milagro! Habías estropeado algo, pero has tenido la suerte de que se haya arreglado solo. Un día más, puedes estar contento ¿o no?

lunes, 7 de noviembre de 2011

Efecto 2000


Corría el año 1999 y todo el mundo de la informática estaba un poco acojonado con el llamado “efecto 2000”, aunque como becario exento de notables responsabilidades, yo vivía en la oficina más bien ajeno al asunto en cuestión, y mucho más preocupado en cambio por los exámenes de mi primer curso en la universidad, que se me echarían encima como el famoso efecto, una vez comenzado el nuevo año.
El teléfono sonó a eso de las diez de la mañana; era Asenjo, un ingeniero de unos treinta años, que era mi jefe en aquella época, y que quizá por empatía conmigo por sus no muy lejanos tiempos de becario, me trataba bastante bien.
- ¡Qué tal tío! - escuché al otro lado del teléfono. Olía a marrón... - Te cuento: me ha llamado Carlos, que le pasa algo con el monitor del PC. Estamos muy liados revisando código, por lo del efecto 2000, así que si no te importa pásate a echarle un ojo al cacharro...
- No hay problema – respondí. Al poco estaba subido en el ascensor rumbo a la sexta planta. Qué fácil resultaba torpedear los sueños de los jóvenes estudiantes como yo; cuando llegué a la empresa, imaginaba modernos laboratorios, potentes computadores, técnicas innovadoras... y en lugar de eso, había efectos 2000 y directores que llamaban al becario porque sus monitores no funcionaban "del todo bien".
En la sexta planta estaban los jefes de proyecto. En particular, Carlos era responsable de comunicaciones, y yo siempre había pensado que detrás de esa cara de gilipollas y esa nómina estratosférica, debía haber un auténtico gurú de la técnica, un mercenario de TCP/IP, un mago del silicio... Aunque estaba muy equivocado, antes de llamar a la puerta del despacho, me alisé un poco la camisa, intimidado por mi repentino soporte a un alto preboste de la empresa. Luego toqué un par de veces con los nudillos.
- Pasa, pasa – me instó Carlos desde la otra punta del despacho. El tipo estaba tumbado boca arriba en la esponjosa moqueta, con las manos apoyadas sobre el vientre. Me acerqué con cuidado y le observé con cara de tonto, ciento noventa centímetros más arriba. Miraba a través de sus gafotas al techo, y parecía un poco acalorado.
- ¿Estás bien, Carlos? - pregunté.
- Sí sí, estoy pensando – y yo que me había alisado la camisa antes de entrar... - A veces me tumbo en el suelo para relajarme y pensar.
Claro, el tipo tenía una moqueta impoluta y esponjosa como el césped del Bernabéu. Si yo me tumbase en el suelo, unas plantas más abajo, seguro que me hubiera mordido algún bicho...
- Me comentaba Asenjo que no te funciona el monitor... ¿le echo un ojo?
- Todo tuyo – respondió desde el suelo.
El monitor en cuestión era una pantalla CRT de unos mil años de antigüedad, que a aquellas alturas tenía las horas contadas y que seguro que sería reemplazada por una flamante LCD plana en breve. Revisé el cable VGA: la conexión al PC estaba bien, lo mismo en el extremo del monitor. El cable de corriente también tenía buena pinta, así que pulsé el botón de encendido del PC, que con un pitido estridente se puso en marcha. Miré con atención el monitor; todo parecía correcto. El logotipo del famoso sistema operativo apareció en pantalla para dar paso al escritorio.
- Mmm... perdona Carlos, parece que esto no va mal...
- ¡Espera, espera! - me interrumpió desde el suelo - se apaga al rato...
Torpemente se incorporó y se situó a mi lado. La situación resultaba cuando menos, incómoda. Allí estábamos los dos, mirando el monitor CRT que no parecía estar por la labor de fallar.
- Espera, espera – insistía Carlos cada pocos segundos, hablando casi para sí mismo. Finalmente, tras varios minutos de suspense, el monitor se apagó.
Carlos me dirigió una mirada triunfal, señalando con el dedo la pantalla en negro.
- Yo creo que debe ser algún cable que no hace contacto – aventuró.
- Ajá – respondí yo - ¿Y por qué lo crees, Carlos?
- Pues porque si le doy algún golpecillo, se vuelve a encender.
Dicho esto, el respetable responsable de comunicaciones se abalanzó como un loco contra el desdichado dispositivo. Para el lector sería lógico pensar que un monitor no puede ser desdichado, pero cambiaría de opinión si hubiera asistido a la serie de golpes y sacudidas que recibió en cuestión de segundos, hasta que finalmente, se encendió.
Carlos señaló el monitor una vez más, esta vez para remarcar aquella pantalla encendida que corroboraba su teoría, algo congestionado tras el esfuerzo que le había supuesto apalizar al cacharro.
- Ya veo – respondí con toda la seriedad que la situación me permitía. - ¿Te importa si esperamos otro rato a que se apague de nuevo? Es solo para hacer una última pruebecilla; si quieres túmbate un rato en la moqueta, por mi no te importe.
La última frase la dije en broma, pero Carlos se la tomó en serio, de modo que la situación incómoda se repetía una vez más, pero con mayor bizarría. Cinco minutos después, el monitor volvió a apagarse.
- Esto... Carlos, ya se ha vuelto a apagar - Carlos se incorporó una vez más y me observó acercarme al equipo. Pulsé la barra espaciadora, y el monitor se encendió mágicamente.
- ¡¿Qué?! - exclamó totalmente desubicado. Si hubiera abierto la taza del inodoro encontrando un cocodrilo, su rostro hubiera sido muy similar. Aquella pulsación de teclado había tirado por tierra su teoría del cable-que-no-hace-contacto.
Me senté frente al equipo – escritorio, botón derecho, propiedades, protector de pantalla, desactivar – para resolver el problema conteniendo la risa. Parecía que Carlos, flamante responsable de departamento, había sido víctima del efecto 2000, y en algún momento había pasado por alto que el protector de pantalla de su PC apagaría el monitor tras cinco minutos de inactividad, o lo que es lo mismo, tras un ratito echado en la moqueta. Lógicamente, también pasó por alto que la mejor forma de mover el ratón para reactivar la pantalla, no era desplazando a golpes todo el escritorio.
Recuerdo que la empresa quebró un tiempo después de terminar yo mi beca allí, y a veces me pregunto si Carlos tendrá moqueta donde quiera que esté hoy; espero sinceramente que no sea así.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Informático busca esposa

Me parto de risa cuando los miércoles ponen "Granjero Busca Esposa" en la televisión. Salen por allí los cinco o seis señores con sus pretendientas, y no paran de surgir frases como "la vida del campo es muy dura", "¡ay! cuánto me hacen madrugar", "mañana hay que sacar a pastar al ganado" o "tenemos que arar cuatro fanegas entre hoy y mañana".
Con todos mis respetos: menuda mierda. Si lo que quieren los directivos de las cadenas de televisión es golpear a la audiencia con auténtico hardcore, el programa que habría que preparar es Informático Busca Esposa; eso sí que iba a ser bueno...
Primero, el programa de lanzamiento con las presentaciones de los protagonistas: un tipo delgaducho y con ojeras de auténtico mapache en pantalla, sin quitarse los auriculares del iPhone escupe sin miramiento:
- Hola, me llamo Fulanito, soy operador de Nivel 1. Me gusta jugar al Warcraft, tengo nivel cuarenta y... - en ese momento, le interrumpe una llamada al móvil de soporte -... disculpad, es que estoy de guardia.
Después, en el segundo programa, las candidatas tienen un primer encuentro con los informáticos en un Apple Store, y el descaro y la picardía entran en escena, regalando al tele-espectador frases como:
- Bueno maja, y tú qué prefieres ¿Java o .Net? Tienes pinta de marchosa, seguro que te van los struts, ¿me equivoco?
Luego, cuando comenzasen las emisiones del reality como tal, la audiencia se daría cuenta cada miércoles que el trabajo del campo es una guardería comparada con la cruda realidad del sector IT. Así, un día cualquiera el informático levanta a sus pretendientes a las seis de la mañana, les enchufa una hora y media de cercanías, y una vez en la oficina de Tres Cantos, les dice sin cortarse un pelo:
- Venga Zulaila, tú ve haciéndome un funcional y un diagrama de clases a partir de esta especificación. Y tú Yeni, sácame unos informes de disponibilidad de la frame-relay con Atocha, que se queja el cliente de que se han estado descartando tramas sin haber saturado la línea.
Las chicas confesarían con ojos llorosos a la cámara:
- Es que yo no me esperaba esto, sabía que tendría que trabajar duro, pero esto es demasiado. ¡Joder! es que este tío todavía utiliza Cobol - se queja Zulaila, aunque no es la única que sufre; su compañera Yeni tampoco lo pasa nada bien:
- Es un déspota, le ha cerrado el proxy a toda la oficina... ¡esa gente está sin facebook! ¡¿qué somos, animales o personas?!
Por supuesto, no todo sería trabajar y trabajar, también habría momentos de fiesta.
- Chicas, venga, que esta noche vamos a tomar algo al bar de moda... de Second Life ¡va a ser para cagarse!
Al final, como hasta el más cuadriculado de los informáticos tiene su corazoncito, seguro que la chispa del amor prendería, y se presentarían esos momentos subiditos de tono que tanto gustan, captados furtivamente por alguna cámara oculta:
- Zule, ven que te enseño un trunk con un montón de VLANs.
Ya lo saben señores productores de televisión, el morboso filón aguarda a ser explotado ¿están dispuestos a dar una nueva vuelta de tuerca a la programación?