viernes, 20 de enero de 2012

Enemigos íntimos

Llevaba todo el mes con la duda dándome vueltas en la cabeza y al final no he podido más, así que ayer me acerqué a la mesa de Fernando y le pregunté sin rodeos:
- Fer, ¿qué te traes entre manos con Coloccini?
Porque algo raro tenía que haber en todo ese asunto. Coloccini llevaba ya casi un año a cargo del departamento de Gestión de Bases de Datos, y era una apuesta personal de la Dirección. Tenía un currículum estratosférico, plagado de titulaciones, cursos de especialización, certificaciones, dominio de varios idiomas e interesantísimas experiencias profesionales... un auténtico gurú de Oracle, un tío que podía soñar indistintamente en castellano, italiano, inglés o SQL. Por supuesto, su jugosa nómina bien valoraba todas sus fabulosas destrezas.
Por otro lado, Fernando llevaba más de un lustro en el departamento de Sistemas Wintel, recibiendo marrones sin parar y pidiendo un aumento de sueldo que nunca llegaba.
Pero además de la abultada diferencia salarial, las personalidades de uno y otro eran totalmente opuestas: mientras Coloccini era un tío introvertido hasta el aburrimiento, Fernando era bromista y ruidoso; si Coloccini escuchaba elegante y suave música clásica en su flamante iPod personalizado, Fernando le daba caña a Man-O-War y Blind Guardian.
Se entenderá, en vista de tan patentes diferencias, que me sorprendiera el otro día cuando entré al bar de la esquina a tomar un café antes del máster, y me encontré a Coloccini y Fernando echando unas cervezas.
- ¿Qué tal chicos? - saludé.
Fernando me devolvió el saludo agitando su botellín, mientras Coloccini miró para otro lado con muy poco disimulo.
Podría haber sido una casualidad, pero desde aquel primer encuentro, cada vez que he ido a tomar mi reglamentario café antes de clase, los he vuelto a encontrar bebiendo cervezas en la barra, como buenos amigos. ¡Coño, pero si es que en la oficina ni se hablan!
Aguanté lo mejor que pude la intriga, pero al final, ayer a última hora mi lado cotilla venció. Como con Coloccini ni me hablo me lancé a preguntar a Fernando, con quien tengo buena relación. Así que como decía al principio, pregunté:
- Fer, ¿qué te traes entre manos con Coloccini?
Fernando me miró y se empezó a reír estruendosamente.
- Perdona tío, me he metido donde no me llaman - dije algo avergonzado.
- No hombre, si es que la historia es muy buena y me parto sólo de pensarlo - miró alrededor y al ver que no quedaba mucha gente en la oficina, me invitó a sentarme - La cosa viene de hace semanas: resulta que Coloccini estaba todos los días pidiéndome ayuda, eso sí, siempre por correo para que la gente no le vea.
- ¿Ayuda? ¿Cómo ayuda?
- Pues ayuda, ayuda en general. Es que el tío no tiene ni puta idea de nada... prácticamente le estoy haciendo yo el trabajo a diario.
- ¡No jodas! ¡Vaya cara!
- Sí sí, así que hemos llegado a un pacto: por cada marrón que le resuelvo, él me paga una cerveza... ¡jojojo! me paso casi todas las tardes en el bar. Pero creo que voy a dejar de ayudarle, si sigo así acabaré alcoholizado...
- Pues sí Fer - le aconsejé yo -, que se apañe él solo.
Y Fernando me hizo caso, así que esta mañana cuando Coloccini le mandó el correo de turno pidiéndole ampliar un tablespace de la base de datos central, se encontró con que la suerte ya no le sonreía.
Bueno... tengo que cerrar ya el post de hoy. Coloccini me invita a comer en el Asador de Aranda; adivinad quién amplió el dichoso tablespace...

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