jueves, 12 de enero de 2012

Cosas que es mejor no saber

Anoche me volví a despertar en mitad de la noche, bañado en sudor y gritando:
- ¡Ah! ¡Quítamela! ¡Quítamela!
Si quieres seguir durmiendo a pierna suelta por las noches, hay cosas que es mejor no saber. Y si llegas a saber de ellas, hay que desterrarlas a un rincón remoto de la memoria y enterrarlas donde yace lo más tenebroso y oculto de tu vida, como el incendio que provocaste de pequeño y del que acusaron injustamente al vecino del quinto, o aquella navaja multiusos que robaste en el todo a 100.
Yo empecé a utilizar el recurso del enterramiento en mis tiempos de universitario, cuando el profesor de Sistemas de Control y Adquisición de Datos me contó que muchos de los enormes superpetroleros que surcan los océanos usaban un sistema de navegación basado en Windows. Cuando comprobé que no era una broma de mal gusto del profesor, decidí que estar al tanto de que millones de toneladas de petróleo surcaban los mares diariamente guiadas por un potencial pantallazo azul, era demasiado para mi. Así que cogí mi pala mental, cavé una fosa y enterré los superpetroleros con Windows junto al incendio de los años ochenta.
Hasta hoy, he tenido que reabrir la fosa muchas veces después de aquello, casi siempre por asuntos relacionados con restaurantes orientales o con frases épicas pronunciadas por el comercial de alguna consultora.
A pesar de lo útil de esta técnica hay una cosa, una terrible experiencia que por muy hondo que entierre, siempre se empeña en volver en mis pesadillas: la horrenda historia de la fibra óptica rota.
Todo sucedió hace años, cuando trabajaba subcontratado para una importante empresa de telecomunicaciones, desplegando una plataforma de monitorización y gestión de la seguridad. Me llamaron al móvil de guardia un viernes a mediodía, porque se había perdido conectividad con el sistema de correlación de alertas de la plataforma. Por suerte aquella máquina estaba en un centro de proceso de datos en el centro de Madrid, así que me planté allí en veinte minutos con mi portátil gigante al hombro, dispuesto a recuperar el servicio y ganarme mi flamante sueldo de 1.000€ mensuales con pagas prorrateadas.
Exceptuando el capítulo de personal, no se había escatimado en gastos para aquel proyecto: el reluciente rack me esperaba en mitad de la sala fría. Los indicadores LED de media docena de servidores Sun Fire Ultra 250R parpadeaban de forma aparentemente normal al otro lado del cristal, de modo que abrí la puerta trasera del armario para conectar mi portátil a la consola de la máquina problemática, que estaba situada en la parte inferior del mismo.
De inmediato, algo me llamó la atención: uno de los cables de fibra óptica estaba desconectado. ¿Cómo se iba a llegar a la máquina si no estaba conectada a la red? Me arrodillé para inspeccionar en detalle el problema y comprobé que el cable no sólo estaba desconectado, sino que el conector estaba destrozado, como si lo hubieran estado troceando con un cortauñas.
Además, del hueco por el que se entregaban los cables al rack, asomaba otro cable suelto, de color gris, que tampoco tenía conector en el extremo ¿De dónde venía ese cable? Lo tomé con cuidado entre los dedos y tiré un poco de él para examinarlo... En lugar de extraer algo más de cable del orificio, saqué una rata que mi miró a los ojos mientras masticaba un trozo de cable de fibra, diciendo:
- ¡Ñic ñic ñic!
No voy a negar que pegué un grito de nenaza, que por suerte quedó ahogado por el zumbido de los servidores y aires acondicionados. Lancé la rata por los aires en un acto reflejo: voló unos cuantos metros sin soltar su merienda de fibra óptica, se estampó contra otro rack y la perdí de vista cuando salió correteando por el pasillo.
No mencioné el tema de la rata y me limité a solicitar un nuevo cable al responsable del CPD. Mientras tendían la fibra por el suelo el tipo me miró y dijo:
- Otro cable roto, llevamos tres en una semana. ¡Parece que se los coman, joder!
No le hice mucho caso, para entonces estaba reabriendo la fosa común de recuerdos oscuros... a pesar de todo, la maldita rata se sigue escapando de vez en cuando.

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